Mi colega Juan Carlos Garza entrevistó ayer con arrojo al director general de cultura de la DGA, Humberto Vadillo. Cultura y Educación, ambas especies de un mismo guiso. Vadillo fue aquel personaje que accedió al cargo desde su más grosero desprecio a los artistas; también esbozó en su día su profunda duda sobre autonomías y otros despilfarros. Ahí podemos encontrarnos. Pero ahora, se la envaina. Y desde la torre de su soberbia no disculpa aquella metedura de pata hacia los creadores, bien llamados titiriteros. Es su problema, no el nuestro. Lo que me alarma es que desde esas premisas haya asumido un cargo para el que no hay un chavo. En cuatro meses ha aprendido el oficio: blablabla. Váyase y cierre puertas. Sea honesto. Ah, y por favor, tiren de una vez el Fleta.

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