El director general de Cultura, Humberto Vadillo, compareció el último viernes de octubre en las Cortes a petición de mi grupo parlamentario. Era la primera vez que podíamos pedirle en persona al señor Vadillo que dimitiera de su cargo, como venimos reclamando desde que en el verano supimos de su nombramiento y de sus opiniones tan despreciativas e insultantes hacia la cultura aragonesa y sus actores.

Había expectación en la Comisión de Cultura, y entre los medios de comunicación. Era una mañana cálida pero el señor Vadillo venía dispuesto a no elevar más la temperatura y se limitó a leer su anodina intervención, de la que extirpó cualquier opinión. Su argumento es que todo lo que dijo, escribió, opinó o creyó antes de ser nombrado director general, no cuenta.

Pero eso no cuela. El señor Vadillo no se ha despojado de su ideología automáticamente por tener ahora un cargo, ni por supuesto es un simple gestor que se limita a ejecutar lo que la consejera Dolores Serrat, máxima responsable de Cultura, le dicta. En realidad, el señor Vadillo representa al músculo ideológico de este gobierno PP-PAR, ya que, aunque él niega, en público y en privado, pertenecer al grupo de los neocon, sí admite reconocer a los padres intelectuales de este grupo ideológico, como Leo Strauss o Irving Kristol.

Creemos que el señor Vadillo encarna los valores genuinos de esta supuesta nueva derecha: patriotismo, religión y liberalismo aplicados a todos los aspectos de la sociedad, donde los derechos sociales se ponen en tela de juicio, se desregula la economía y se privatizan los sectores más sensibles.

El currículo del señor Vadillo dice que es empresario, abogado y periodista, pero nadie nos han explicado qué cualidades o qué obras en relación con la cultura y Aragón nutren su biografía personal y profesional para haber sido designado para el cargo que ocupa.  Lo que sí sabemos es de su falta de respeto a los representantes de la cultura, a los políticos, a las mujeres, a los artistas, a los sindicalistas o a la lengua aragonesa.

Cuando le pregunté qué le parecería que le llamásemos “gacetillero”, con el mismo modo despectivo que él ha utilizado en tantas ocasiones para referirse a profesionales de la cultura, el señor Vadillo, fiel a su guión, no respondió. Ni explicó por qué aceptó el cargo cuando se ha manifestado en tantas ocasiones en contra del dirigismo en la cultura.

Tampoco dijo apenas nada de su proyecto cultural para la legislatura: sólo generalidades y declaración de intenciones, evitando en todo momento pronunciarse sobre temas concretos, como el futuro del Teatro Fleta.

Si cayéramos en la trampa de valorarlo exclusivamente por lo que el señor Vadillo quiere que le valoremos, es decir, su trabajo desde que es director general, le volveríamos a pedir su dimisión, porque si algo sacamos en claro de su comparecencia es que, aparte de reuniones, poco o nada ha hecho.

A pesar de todo, somos optimistas y creemos firmemente que, a pesar del señor Vadillo y de este Gobierno PP-PAR, la cultura aragonesa sobrevivirá.