Source: L’Argilaga, un refugio cultural con lista de espera
EncontrARTE. En un tiempo con escasez de espacios de recreo, este centro ubicado en Mazaleón suma 122 actividades desde 2016 y cuidan que haya paridad en la programación
No son pocos los que mencionan de inmediato a L’Argilaga cuando piensan en su lugar seguro. Es el refugio en Mazaleón que muchos artistas de variadas disciplinas han encontrado para mostrar su trabajo. Especialmente los músicos tienen de referencia a L’Argilaga, pero ahí dentro tienen cabida jornadas de videojuegos, monólogos y talleres de panistres a demanda de la juventud del pueblo para evitar que se pierda este arte que se luce en Santa Águeda.
Este «centro social autogestionado por una asociación cultural», que es como se definen, tuvo una primera vida en Valderrobres, donde acogió la primera actividad el 30 de diciembre de 2016. Al quedarse sin local allí, apareció la oportunidad de reubicarse en Mazaleón, pueblo del que además son oriundos la mayoría de personas que siguieron adelante con esta fórmula. Tras unos meses de obras de un local cedido por un particular, el 27 de diciembre de 2019 organizaron la primera actividad. El covid les obligó a aminorar la marcha que habían cogido pero no a pararla y en cuanto pudieron prepararon actividades al aire libre. Son unas cuantas las que llevan su sello fuera del local, como por ejemplo, un mural comunitario en una de las calles del pueblo. Para el ya cercano 8M llegarán más. Desde 2016 han impulsado 122 actividades y, además, siempre se cuida la paridad e igualdad. De estas acciones, en 64 ha habido mujeres sobre el escenario o, en el caso de los talleres, ha habido mujeres como docentes, lo que representa el 53%.
Por el CSA pasan grupos de música de lo más variado y de procedencias tan dispares como País Vasco, Murcia, Madrid y, desde luego, los del territorio. Las condiciones son las mismas para todos ya se trate de Manolo Kabezabolo o de Poble Nostrum de Torre del Compte. Nadie cobra más allá del donativo de 6 euros que abona cada persona que acude al espectáculo como asociada del colectivo. En estos años de andadura, y con mucha presencia en redes sociales, especialmente en Instagram, han generado lista de espera de los grupos que escriben interesados por tocar. A unos les interesa para aprovechar que tocan en más sitios cercanos, y muchos contactan deseosos de tener un espacio, al fin. Y es que a la escasez de locales se suma que tocar en salas en la ciudad se ha convertido en muchas ocasiones en pagar por tocar. Lo mismo sucede para otras actividades artísticas, que es harto complejo conseguir hueco.
Detrás de L’Argilaga hay una docena de personas en el núcleo duro, pero son muchas las que echan un cable si es necesario. Algunos son del mundo de las artes, pero no son la mayoría. Y como todo colectivo, prefieren no personalizar en ninguno su relato. Lejos de ser un círculo cerrado, están abiertos a todo tipo de propuestas e invitan a acudir a todo el mundo que quiera sumarse.
No reciben ayudas públicas y así quieren que siga siendo, por lo que el proyecto conlleva muchos esfuerzos pero la recompensa es gigante. Los grupos no ganan dinero pero tampoco pierden porque se les ofrece una buena cena y alojamiento en las propias casas de los organizadores. «Los pros es que tenemos actividad en el medio rural y se crea un vínculo muy estrecho con los músicos que no se da en grandes festivales. Es todo tan cercano, incluso el propio centro, que es muy difícil que público y artista no conecten», añaden.
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