Las torpezas de los gobernantes catalanes tensan la relación entre Catalunya y Aragón
A falta de escenarios tangibles, Zaragoza y Barcelona 2022 sólo existen en Facebook | “Hay separatistas que dirán, si ganan, que sus Juegos los organiza la nación catalana” | La autoestima de los aragoneses se disparó y ahora se ven listos para otros retos
En términos de relación aragonesa-catalana, la semana comenzó en Zaragoza con la presentación de un libro sobre los cien años de la Casa de Aragón de Barcelona y terminó el viernes en Vancouver, donde prendió el fuego olímpico que unos y otros querrían traerse en el remoto 2022. Es decir: transcurrió del reconocimiento de una historia común hasta la chispa que ha incendiado los puentes entre las dos comunidades. La sobrevenida aspiración olímpica de Barcelona, que rivaliza con la candidatura Zaragoza- Pirineos, ha tensado unas relaciones que últimamente transcurren por unos cauces obstruidos por quistes que nadie se decide a extirpar. La Vanguardia ha querido tomarle la temperatura al enfermo: ¿Mal pasajero o crónico?
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Podrían recabarse un millón trescientas mil respuestas, tantas como aragoneses hay, pero, ante todo, se percibe la sensación de que Aragón reivindica una relación de igualdad con sus vecinos. Acaso un Escucha, Catalunya, secuela transgresora del Escolta, Espanya de la oda de Joan Maragall. O un Escolta, Catalunya, en el catalán occidental del presidente Marcelino Iglesias. Veamos.
“¿Puede indicarme dónde está la oficina aragonesa de promoción de los Juegos del 2022?”.
Si alguien se paseara por Zaragoza haciendo tal pregunta, dejaría a sus interlocutores perplejos. Porque la candidatura es aún, como la barcelonesa, virtual. Ni una pegatina, ni un cartel. La única sede de Zaragoza 2022 está en Facebook. A la espera de escenarios más tangibles, el Heraldo de Aragón describía el martes esta cibercompetición: “Mientras Barcelona apenas tiene varios centenares de fans en los grupos de Facebook que se han creado para apoyar su candidatura, el proyecto aragonés logra muchos más apoyos en la red social”.
Esta rivalidad incipiente se ha trasladado también a los presentes Juegos de Vancouver. En Zaragoza ha sido motivo de debate la improvisada confección de la delegación aragonesa. Hasta última hora se ha especulado con la presencia o la ausencia en la cita del alcalde, Juan Alberto Belloch.
Esta improvisación tiene que ver con algo que es un secreto a voces: hasta la irrupción en escena de Barcelona, la candidatura de Zaragoza era poco menos que clandestina. De hecho, algunos aragoneses con los que ha conversado este diario se refieren aún a ella como la candidatura de Jaca, sin tener presente que la capital aragonesa ha tomado el relevo de la ciudad pirenaica como ariete de la apuesta olímpica.
Eso sí, Zaragoza se ha puesto a trabajar y ha votado en pleno, casi por unanimidad, la integración de la ciudad en el futuro consorcio. Y esa entusiasta dedicación al proyecto la transmite el alcalde Belloch cuando nos recibe en su despacho de la plaza del Pilar.
Belloch admite que no irá a Vancouver porque no tiene garantizada una agenda de primer nivel “y yo no voy a hacerme la foto”. Su prioridad es situar a su ciudad como candidata española. “Creo –aclara– que la relación no se verá afectada; no se trata de una pugna Aragón-Catalunya, sino de un alcalde que ha decidido competir un año después de que Zaragoza presentara su candidatura. Pero nos ha sido bastante útil, se ha concitado un entusiasmo como si se tratara de un Zaragoza- Barça”. Y juega todas las bazas para subrayar las ventajas de su apuesta, como cuando apunta que en Catalunya “hay separatistas que dirán que los Juegos los monta la nación de Catalunya”, mientras que “nosotros no tenemos ese problema, porque somos una modesta nacionalidad y nuestra única nación es España”.
Belloch no cree que las relaciones entre los dos vecinos empeoren, pero reclama un gesto. Recuerda que Zaragoza y el Gobierno aragonés aprobaron trasvasar agua a Barcelona, cuando la sequía amenazaba, “a pesar del coste político y de tener que enfrentarnos a la opinión pública”. “Zaragoza se esfuerza en evitar el socorrido anticatalanismo de otros lugares”, enfatiza el alcalde.
– ¿El AVE les ha acercado más a Madrid o a Barcelona?
– Igual a una ciudad que a otra. Queremos pertenecer a las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona, no me importa que me anexionen. Hemos mejorado mucho la ciudad, las riberas, la introducción masiva de la bicicleta…
– Eso es más barcelonés que madrileño.
– Sí, es cierto, pero aquí tenemos en general a tantos del Barça como del Real Madrid…
La Zaragoza post-Expo luce bien. La crisis ha retrasado la reutilización de los edificios –el pabellón puente de Zaha Hadid está cerrado, a la espera de definirse su uso– pero las riberas, los concurridos espacios verdes evocan la pulcra placidez de la Barcelona postolímpica. Hasta el tranvía se va a incorporar al paisaje. Un auditorio que funciona a gran nivel, los museos renovados y las expectativas creadas por el futuro CaixaForum y un nuevo teatro son otros elementos que fundamentan esta proyección del espíritu Expo. Tal vez esto explique la fe de los zaragozanos en su candidatura. Se han demostrado a sí mismos que pueden jugar en la primera división de los grandes acontecimientos. De ahí el disgusto…
El sentir popular: “Una cosa es competir por albergar un almacén nuclear con pueblos del otro extremo de España y otra competir con un vecino con que el que vas a tener que entenderte siempre”, sostiene Félix José Martínez, dueño de una jamonería en la calle de Bruno Solano.
Acuñada en La Vanguardia por Enric Juliana, la expresión català emprenyat ha evolucionado para acabar definiendo la desazón, la suspicacia, el hartazgo con que alimenta el catalán común su sensación de desapego respecto al ineficiente y altivo Madrid. Cámbiense los actores, y no nos sorprendamos ante la proliferación del aragonés emprenyat. Emprenyat, irritado con el catalán insensible y avasallador. Abundan más en Zaragoza que en Huesca, de la misma forma que siempre será más proaragonés un leridano –el alcalde de Lleida, Àngel Ros, es considerado un modelo de elegancia institucional en los despachos zaragozanos– que un barcelonés.
Y todo esto sucede mientras se intensifica la relación entre ambas comunidades. Un ejemplo: un estudio de la Cambra de Comerç de Barcelona revela que, en el 2007 (el último dato disponible), Aragón pasó a convertirse en el primer destino de las ventas interregionales catalanas, desbancando a Valencia y a Madrid. Una circunstancia que la Cambra atribuye al crecimiento de Aragón entre el 2003 y el 2007.
– ¿Puede verse perjudicada esta integración económica por polémicas como la de la candidatura?
El presidente de la Cámara de Comercio de Zaragoza, Manuel Teruel, responde: “Creo que al final hay que poner cordura a las cosas. Se ha cometido sólo un error, que es que nos enteráramos de la candidatura por los medios, pero no hay nada que objetar a que se presenten”. Conciliador, entiende que el papel de las cámaras es evitar que las polémicas políticas interfieran en el mercado. Y admite haber recibido muestras de afecto y solidaridad del empresariado catalán.
Más allá de los Juegos, Teruel sí ve tendencias de fondo preocupantes que pueden enquistarse y acabar dañando la relación: “Ha habido algunas coincidencias, como el trasvase que paró la gente del delta del Ebro, pero hay cosas en la calle que hieren, temas de redefiniciones históricas, desprecios hacia la historia común… Lo de los bienes de la Franja hace que la gente se sienta despreciada y herida, como la nocturnidad al presentar esta candidatura”. El motor de la industria aragonesa, la factoría de General Motors, parece haberse salvado, aunque ha ralentizado su marcha. Empresa y sindicatos negocian la extinción de 900 empleos. En este contexto, el turismo y la logística –Aragón, espacioso cruce de caminos– se apuntan como alternativas razonables para impulsar una economía que ya muestra síntomas de reactivación, con un crecimiento del 0,09% del PIB en el tercer trimestre del 2009 y la certeza de que el cuarto también se cerró en positivo. La apuesta turística es sólida: Aragón ha invertido en ocho años 188 millones de euros en el sector del esquí, un volumen que no tiene comparación con el de las estaciones catalanas. Tal vez por eso ha caído tan mal la noticia de la candidatura barcelonesa: torpedea una apuesta estratégica. Eloy Suárez, portavoz del PP en las Cortes aragonesas y uno de los artífices del consenso olímpico de la comunidad, recuerda, tras reconocer que las dos ciudades tienen derecho a ser candidatas, que “cuando Barcelona optaba al 92, Jaca retiró su candidatura”. Dicho esto, confiesa que le sorprende ver “el escaso apoyo que tiene la candidatura de Barcelona, comparada con Aragón”.
El mundo de la cultura no es ajeno a este debate. Recabamos la opinión de Cristina Grande, escritora oscense, autora de una hipnótica novela, Naturaleza infiel (RBA), que fue mención especial de los premios Ciutat de Barcelona. Grande ve un antes y un después de la Expo del 2008, que “nos cohesionó, nos quitó el complejo de parientes pobres hartos de que nos roben hasta la historia”. “Que se hable del Reino de Catalunya (y no de la Corona de Aragón) y otras cosas de ese tipo –añade– lo llevamos muy mal, como todas las familias venidas a menos que tienen su pasado, su orgullo. Cuando tocas ese tipo de cosas, es verdad que nos cohesionamos alrededor del no. El orgullo o la dignidad, que no nos lo quiten. Pero no defendemos el no por el no, como se dio a entender en la polémica del agua, cuando nos hicieron quedar como unos miserables que se agarraban al botijo, como unos cazurros”.
Entre quienes sostienen que Aragón tiende a articularse en torno al no figura el escritor gallego afincado en Zaragoza Antón Castro, director del suplemento cultural del Heraldo de Aragón y autor de Cien años del centro aragonés de Barcelona. Para Castro, “el no siempre ha cohesionado Aragón, como está sucediendo ahora frente a la candidatura de Barcelona, que ha provocado una adhesión de más del 90% en torno a la aragonesa. Aunque es cierto que eso no fue así cuando la Expo. Entonces, Zaragoza supo medirse consigo misma”. Sentados en el escay rojo del café Boranda, tercian en el debate el escritor Félix Romeo y el artista plástico Pepe Cerdá. Romeo: “Es verdad que se ha generado victimismo, pero es un victimismo que se aprendió en su día de Catalunya. Los políticos funcionan mejor con consignas de victimismo y paranoia”. Cerdá: “En toda España funciona bien el modelo de agravio”. Romeo: “Barreda (el presidente de Castilla-La Mancha) ya aplica el modelo en su tierra…”. Castro y Romeo apelan a esa autoestima heredera de la Expo, pero no todos están de acuerdo: “Zaragoza es una ciudad bimilenaria que ya era una realidad antes de la Expo –apunta Cerdá–. No es un reto. Un reto es Las Vegas, o el proyecto Gran Escala…”.
Afuera, el viento helado barre la calle. Zaragoza no es Turín, que tiene vistas a los Alpes, pero la visión del nevado Moncayo recuerda su vocación de ciudad que mira a la montaña. Nos retiramos al hotel pensando en la templada Barcelona de tantos otros febreros –que no este–, con sus terrazas orientadas al mar.
Las torpezas de los gobernantes catalanes tensan la relación entre Catalunya y Aragón.