Vemos con orgullo (los militantes) cómo la vanguardia de la izquierda va poco a poco superando contradicciones, zafándose de la moral y de la anti-cultura dominante.
Si la lucha por la emancipación social nunca se había caracterizado por asumir como base principal e irrenunciable de sí misma el componente feminista, durante los últimos años amplios sectores de la izquierda revolucionaria han ido reconfigurando su praxis en torno a este pilar. De no hacerlo, estarían perpetuando la opresión de clase, sexual y de género sobre las mujeres, al tiempo que la parte privilegiada, los hombres, estarían aferrándose al privilegio.
Del mismo modo, generalmente se entiende que la visibilidad adquirida últimamente por el colectivo LGTBI+ dentro de la izquierda revolucionaria, y su asimilación como otro pilar más de los procesos de liberación social, responde al desapego de la parte privilegiada de sus privilegios (y no por iniciativa propia, sino por el empuje de la parte oprimida, claro).
Pero, si bien en todo esto hay una parte de verdad, también hay una parte de idealización paternalista de la izquierda y la clase.
Pues si dentro de los procesos de liberación social, en cualquier dicotomía basada en relaciones de poder que pueda darse, la parte privilegiada no acepta renunciar a sus privilegios, es lícito y legítimo para la parte oprimida hacerse por la fuerza con el control del movimiento (aunque en muchos casos la correlación de fuerzas pueda ser insuficiente).
Y bien. Mientras sujetos oprimidos como las mujeres o el colectivo LGTBI+ van adquiriendo visibilidad y protagonismo dentro de la izquierda -lo cual es sin duda una batalla perdida para la clase dominante y una gran victoria para nuestra clase-, vemos cómo otras luchas no acaban de ser asumidas. En el caso aragonés, nuestro caso, puede realizarse un análisis histórico exhaustivo en torno a cómo la opresión de clase ha ido siempre de la mano de la eliminación de cualquier factor diferencial de nuestro Pueblo, especialmente mediante la represión lingüística y cultural. Está más que demostrado que no fue el Pueblo aragonés quien asumió plácidamente el habla castellana como propia, sino que esta fue asimilada en nuestra tierra mediante métodos impositivos y represivos contra las lenguas propias del País (aragonés y catalán).
Es por ello que planteo ¿Acaso no son los hablantes de aragonés y catalán sujetos oprimidos en tanto se ven obligados a desarrollarse bajo una estructura que les niega muchos de sus derechos más básicos?¿Acaso no son los hablantes de castellano sujetos privilegiados en tanto que NO sufren las opresiones que sufren los hablantes de estas lenguas minorizadas?¿No es por tanto un deber de la parte castellanoparlante de la izquierda aragonesa el renunciar a sus privilegios y asumir la defensa a ultranza de las lenguas oprimidas de Aragón?
No vale autoproclamarse izquierda mientras se posterga la inclusión de las luchas en defensa de las lenguas minorizadas como una parte más de los procesos de emancipación social.
Castellanoparlante, son muchos años ya de aferrarse al privilegio. Estudia nuestras lenguas, exige su uso y defensa a tu colectivo u organización y haz visibles nuestras lenguas ante el resto de la izquierda y de la sociedad. En definitiva, haz propia nuestra lucha y actúa en consecuencia.
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