Las cosas claras y el chocolate espeso | Lo finestró del Gràcia.
(Article publicat al Diario de Teruel)
En las líneas que siguen aplicaré la sentencia popular para explicar el problema de Cataluña con España, o con el resto de España, si alguien así lo quieren expresar. Basta ya de tergiversar las cosas con simplificaciones desorientadoras o eufemismos interesados. Lo que pasa en Cataluña es que una mayoría creciente de ciudadanos quieren gobernarse por si mismos, es decir, no quieren formar parte de una España en la que se sienten discriminados económica y culturalmente. Para entendernos, quieren ser plenamente europeos, pero sin pasar por Madrid. Sobre las causas y el proceso de desafección se ha escrito mucho, pero con tan poco éxito, que hasta tanto no se ha llegado a la situación actual casi nadie se lo creyó.
El lector tiene todo el derecho a no creerse tampoco ahora que sean mayoría los catalanes que quieren la independencia, ahora bien, alguien que crea en la democracia, ¿puede proponer una formula para salir de dudas que no sea el recurso a las urnas? Alrededor del 80 por ciento de los catalanes desean decidir acerca de su futuro —derecho a decidir—, unos para votar sí a la independencia y otros para votar no, como es lógico. El recuento de las papeletas dejaría las cosas claras. Por supuesto que cuando se defiende con tanto ahínco el derecho a decidir, lo que se quiere decidir realmente es la independencia. ¡Basta ya de eufemismos!
Seguir dando vueltas a la culpabilidad de Mas y exigir que rectifique, no es otra cosa que desviar la atención del problema y acrecentar los independentistas. De no existir este Mas habría otro “Mas” u otro “Menos”. Las cosas seguirían igual porque son los ciudadanos los que empujan.
Todos sabemos, o debiéramos saber, lo que dice la Constitución al respecto. Todos sabemos, o deberíamos saber, que las interpretaciones de sus preceptos son variables en función de la voluntad política del que hace la interpretación. Se puede acudir al espíritu constitucional, se pueden tener en cuenta las circunstancias cambiantes por el tiempo transcurrido y también se puede cambiar la Constitución. Que nadie infiera de mis palabras que quiero llegar a la conclusión de que todos los preceptos constitucionales son pura retórica, no es mi voluntad. Ahora bien, ¡con que facilidad hemos convertido en pura retórica, todos los preceptos constitucionales que garantizan el derecho al trabajo y a disponer de una vivienda! Si alguien tiene el gusto de repasar la Constitución encontrará muchos ejemplos más de flagrantes incumplimientos constitucionales. ¿Puede un gobierno desmantelar el Estado del bienestar y privar de derechos laborales y sociales tan descarnadamente respetando la Constitución?
Esa mayoría de catalanes, que las urnas podrían contabilizar, tiene, equivocadamente o no, un proyecto político nuevo, una esperanza de futuro. ¿Desde la otra parte, qué se le ofrece, que no sea el muro constitucional o las amenazas cuando conviene? ¿Es el miedo un buen remedio para curar las ansias independentistas?
Se afirma desde el Madrid centralista —gobierno, oposición y medios de comunicación— que en el supuesto de una Cataluña independiente quedaría automáticamente fuera de la UE, de la zona euro, de la OTAN y de no sé cuantas instituciones más. Tengo dudas a la hora de calificar dichas afirmaciones, pues unas veces las considero como insensatas, otras como de mala fe, y otras más como pueriles. Si alguien se vería abocado a negociar sería España para intentar repartir la gran carga de su Deuda Pública y desplazas gastos de estructuras hacia Cataluña u obligaciones futuras del Estado, por ejemplo. ¿Aceptaría Cataluña participar en estos gastos y obligaciones ante un boicot de España en las instituciones europeas? ¿Lo aceptarían dichas instituciones? ¿Qué dirían los poderes financieros?
Si una cosa tengo muy clara es que, pase lo que pase, las cosas no van a seguir igual: un largo proceso de negociación va a tener lugar para bien de todos, con o sin Cataluña: la Constitución habrá de reformarse bajo el riesgo actual de una involución, algunas autonomías resultarán inviables y la capital de España habrá de devenir menos poderosa, menos influyente y con estructuras de Estado muy recortadas, entre otras cosas. Todo ello será así, si se impone la razón, claro está.
Y acabo diciendo que “al pan, pan y al vino, vino” y una buena taza de chocolate negro y espeso al 70 ó 75 por ciento de cacao porque la feniletilamina que contiene protege el sistema cardiovascular y los flavonoides remedian el estrés.
Comments