La ‘botiflera’, por Pilar Rahola.

La tal Dolors Serrats merece el título de ‘botiflera’ del año, ganado con inquina y mala fe

Se llama Dolors Serrats, o Dolores ahora que ha decidido traicionar la dignidad de sus orígenes, y nació en Ripoll donde vivió hasta los 18 años. Después se fue a Zaragoza, se quedó, casó, tuvo hijos, se hizo forofa del PP y, vía Consejería de Educación, se ha convertido en una Agustina de Aragón de pacotilla que lucha contra las fuerzas del mal nacionalistas. Es la inventora del término “aragonés oriental” y la responsable de la ley más lesiva contra los derechos lingüísticos de 60.000 personas que viven en un territorio, la franja de Ponent, donde hace 800 años que hablan catalán. La tal Dolores, pues, merece el título de botiflera del año, aquel mote que los catalanes dedicaban a los seguidores de Felipe V y que ella se ha ganado con inquina, dedicación y mala fe. Claro que más que botiflera, que tiene una cierta resonancia épica, tendríamos que otorgarle el título de la JNC de capsigrany del año. Sea como sea, no hay nada peor que una persona que para ser aceptada, necesita traicionar sus orígenes. Es decir, la identidad de su gente durante generaciones. Y como todo traidor, necesita ser más papista que el papa, tanto, que incluso niega haber nacido en Catalunya sino “en la provincia de Gerona”, término más digerible para sus colegas hooligans de la España grande y libre. En fin, como dice Toni Aira en el Singulardigital.com, podríamos proponer llamar peruano oriental al castellano que se habla en Perú. Sería una tontería comparativamente menor.

Sin embargo, siendo muy triste que sea una catalana la encargada de perpetrar otro atentado contra el idioma, no nos perdamos en un árbol, porque la furia viene del interior del bosque. Y el bosque es una tupida red de decisiones políticas, surgidas de diferentes administraciones, con la finalidad de hacer desaparecer el catalán de la realidad ciudadana. Es decir, el PP ha iniciado un ataque por tierra, mar y aire contra el catalán, y lo hace usando de manera perversa la legalidad vigente. Ya no necesitan los tanques para intentar destruir una identidad lingüística, porque han conseguido que las leyes democráticas permitan la agresión lingüística. Es decir, con la democracia en la mano pueden conseguir aquello que no consiguió Fran-co, destruir el catalán. Y ahora que se saben fuertes y tienen mayorías amplias, han perdido cualquier complejo y no les importa ni siquiera hacer el ridículo. No puedo imaginarme ningún país europeo serio que hoy por hoy ose hacer leyes contra la comunidad científica, ni que use el Estado de derecho para destruir los derechos lingüísticos de sus territorios. Bien, tal vez Francia, de donde por cierto vienen los Borbones. Las Illes, Valencia, ahora la Franja, y ataques por los flancos contra el Principat. Y Sánchez-Camacho callada, a ella que tanto le gusta hablar… ¿Qué más le queda a España por hacernos? ¿O cuánto más aguantaremos nosotros?