David Fernández: «La CUP estamos con los kurdos, los palestinos y los saharauis, esa es nuestra liga» – Jot Down Cultural Magazine.

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¿Por qué incorporáis a Valencia y Baleares al mapa de los Països Catalans y no Aragón, con la que también hay un pasado común? ¿El elemento distintivo es la lengua? Al fin y al cabo, Valencia y Baleares son dos feudos tradicionales del PP y de todo aquello contra lo que os rebeláis.

Son nuestra realidad nacional, ciertamente. Y nuestros vínculos políticos, sociales y culturales. Y lingüísticos. Pero una cosa son unos gobiernos y los poderes que hayan tenido y otra cosa es la gente. Y Cataluña ha sido feudo de CiU, ¿no? Seguramente muy poca gente sabe en el Estado español que el ministro Wert ha hecho una ofensiva para decirle a la gente que quiera estudiar solo en castellano en Cataluña que puede ir a una escuela privada de manera subvencionada, con fondos públicos. Solo se han apuntado tres alumnos. Ninguno cumplía los requisitos, por cierto. Un exitazo del ministro, vaya. Pero que en Valencia hay catorce mil alumnos que se han quedado sin poder estudiar en su lengua materna, el valenciano, y en Baleares acaban de aprobar el decreto TIL y el 90 % de las familias matriculan a sus hijos en catalán, porque es lo que se habla.

¿Pero es la lengua lo que nos une? Sí y no, nos une es la libre adscripción voluntaria a un proyecto político. Y no y sí, la lengua y la cultura son un factor clave, claro está. Aquí hay independentistas que hablan en castellano y en Valencia hay zonas de interior que no hablan valenciano y no las excluimos. Reivindicamos un espacio relacional cultural y social que son los Països Catalans, que existían antes del régimen del 78, que se encarga, bajo tutela militar, de prohibir expresamente la libre federación de comunidades autónomas. Esa prohibición de los militares, el famoso motorista de Herrero de Miñón, no la hacen pensando en Navarra y el País Vasco, que es una unión que pedía hasta el PSOE y que incluso consta en las disposiciones constitucionales, sino en los Països Catalans, que son una realidad cultural compartida, del mismo modo que puedan serlo Castilla la Nueva y la Vieja. Además, hay unos lazos históricos.

El vínculo con Aragón también es histórico.

Con la Franja sí hay un vínculo.

La lengua, de nuevo. Al final, el sujeto político es etnocultural, así que extraña que no te definas como nacionalista.

Bueno: si defender que en la Franja se habla catalán, una cosa que reconoce cualquier sociolinguista, es ser nacionalista, pues dale. Es como si yo os pregunto por España. ¿Qué la identifica? ¿Por qué sois una nación y nosotros no? ¿Porque sé hablar castellano soy español? A mí entender, nuestro proyecto es de libre adscripción voluntaria. Nos hemos constituido con diferentes agregaciones migratorias, somos un nacionalismo laico y civil, en el caso de que lo seamos y en la evidencia de la tensión autodeterminista, donde no caben grandes parámetros de fe ni de identidad.

La gente no se pregunta de dónde viene sino a dónde vamos. Las naciones existen y han existido, pero al final son un plebiscito cotidiano. Aquí no pretendemos unas aznaristas krajinas balcánicas [krajina significa «fronterizo» en serbocroata, se refiere al enclave serbio en Croacia donde vivían doscientas cincuenta mil personas y que dio lugar a una guerra entre ambas repúblicas durante 1991 y 1995; NdR] donde si eres castellano ya no formas parte de la nación. Menuda barbaridad. No va por ahí.

A mí el nacionalismo catalán, desde ese punto de vista, me tranquiliza mucho. La Franja sería un enclave sociolingüistico y esto merecería otra entrevista sobre sociolingüismo, siglo XXI y respeto a las minorías. Y eso vale para los kurdos de Turquía o cualquiera de las siete mil culturas que hay en el mundo. Lo que veo muchas veces es que cuando le digo a un determinado perfil de compañero de cualquier parte de España que no me siento español, que soy catalán, que es como si fuese francés, veo que se enoja. Es él el que me niega a mí lo que soy, yo no le cuestiono a él sus sentimientos nacionales. Y ese es el trasfondo y el rayo que no cesa: la negación reiterada, aburrida y persistente de que somos un solo pueblo, plural y complejo. Puro nacionalismo español.