Reflexiones a propósito de “la lengua aragonesa propia del área oriental”.
La consejera de Educación del gobierno aragonés, Dolores Serrat, ha anunciado en la presentación del borrador del anteproyecto de la ley de uso, protección y promoción de las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón que la nueva ley elimina las referencias al catalán, una lengua se habla desde hace siglos en las zonas limítrofes con Cataluña. El borrador llama a ese idioma “la lengua aragonesa propia del área oriental”. Desde luego, es difícil encontrar una ilustración más clara del tópico de la tozudez aragonesa. Se sabía que la única manera de meter a trescientos aragoneses en un seiscientos es decirles que no caben. Pero ahora eso parece una nadería: somos capaces de inventarnos una lengua con el único objetivo de no decir “catalán”.
No me importa demasiado la protección de las lenguas. Creo que, aunque la desaparición de idiomas pueda tener desventajas –para mí tendría una inmediata, ya que vivo de la traducción-, no es una tragedia y puede presentar beneficios. Pero sin duda parece escandaloso que en el caso aragonés, como ocurrió en la Comunidad Valenciana, el populismo y el anticatalanismo analfabeto se hayan impuesto a la realidad y al consenso científico. La nueva denominación encierra en un dialecto aislado a varias decenas de miles de aragoneses y, como elemento lateral, deja en un limbo extraño a uno de los mejores escritores nacidos en Aragón en el siglo XX, Jesús Moncada: hablante de “aragonés oriental” en su infancia, ¿aprendió catalán cuando se fue a vivir a Barcelona? (En ese caso, espero que no fuera traumático, como su estancia en Zaragoza, donde se encontró con compañeros que maltrataban a quienes hablaban, vaya, ‘catalán’.) ¿O no fue así, y hay que sacar de las colecciones donde se publicó ‘Camí de sirga’, que a fin de cuentas registraba el lenguaje que se hablaba en Mequinenza? En ese caso, ¿sus descendientes deben devolver las distinciones que recibió por su aportación a la literatura catalana, como si fuera una especie de Enric Marco? ¿Se puede fiar uno de sus traducciones de Alexandre Dumas al catalán, por ejemplo, o colaría de vez en cuando expresiones del aragonés oriental? Escritores nacidos en Aragón que escriben en catalán como Mercé Ibarz o Francesc Serés también tendrían problemas. Con la nueva ley, la comunidad renuncia a parte de su patrimonio, se vuelve más provinciana y suprime un lazo que es obvio y enriquecedor, lo que quizá debería ser preocupante en una consejería encargada de Cultura. Con todo, nadie tiene el monopolio de la estupidez. No es el caso del Gobierno aragonés ni, aunque a menudo lo parezca, de Pilar Rahola, que ha acusado a la consejera aragonesa de “traidora” y “botiflera”, antes de preguntarse conmovedoramente: “¿Qué más le queda a España por hacernos?”. Según Rahola, Serrat, que nació en Ripoll, es una ‘selfhating Catalan’ (los que no somos catalanes somos todos ‘hating’). Como, por usar la expresión de Enrique Vila-Matas, la identidad me parece en el mejor de los casos una carga pesadísima, creo que en la actuación de Serrat, consejera de Educación y profesora universitaria, hay algo mucho peor que esa supuesta traición: una doble deslealtad a un concepto elemental de pedagogía ciudadana (aunque haya sectores minoritarios y ruidosos a quienes no les guste la realidad, o precisamente por eso), y el desprecio de la evidencia filológica y del método científico. Faltar a la razón es peor que faltar a la patria.
Esa fue más o menos mi reacción inmediata. Pero, con el tiempo, he llegado a pensar que la reforma de la Ley de Lenguas puede una buena idea. Félix Romeo demostró hace tiempo que todos los escritores del mundo son aragoneses. Las nuevas denominaciones apuntan hacia otra revelación: todas las lenguas del mundo son aragonesas. Este artículo está escrito en aragonés occidental, una lengua bastante hablada en la comunidad. Pero no deberíamos detenernos allí: me he pasado la mañana traduciendo del aragonés noroccidental, común en las Islas Británicas y bastantes academias de idiomas aragonesas. Y sería absurdo que renunciáramos a lenguas como el aragonés norteafricano o el aragonés de los Cárpatos, que tienen muchos más hablantes que otros idiomas de la comunidad, como la “lengua aragonesa propia de las áreas pirenaica y prepirenaica con sus modalidades lingüísticas”, antes conocida como “aragonés”. Tampoco hay que olvidar que fue en Zaragoza donde se publicó por primera vez la traducción del Quijote al aragonés global, editada por la Fundación de Esperanto en 1977.
*Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y traductor de William Faulkner, Sherman Alexie, Saul Bellow o Christopher Hitchens, entre otros.