ENTREVISTA. El presidente de la Academia Aragonesa de la Lengua explica los objetivos de esta institución en su papel de salvaguardas del aragonés y el catalán
La Academia Aragonesa de la Lengua nombró a finales de 2021 a sus quince primeros académicos. Entre ellos se encontraban la mazaleonense Carmen Alcober, el fabarol José Bada y la nonaspina Mercedes Llop. Conocemos junto a Javier Giralt, actual presidente, las funciones que desempeña esta institución y cuál es la salud de las lenguas minoritarias en Aragón.
¿Cuál es la función de la Academia?
El nombramiento de los primeros académicos se publicó en el BOA el 29 de julio de 2021, pero la constitución del Pleno no se produjo hasta el 1 de octubre, que es cuando se eligió la primera Junta de Gobierno. Los propios estatutos marcan la función de la Academia. Se pueden reducir a dos ideas. La primera es proteger y promocionar nuestras lenguas minoritarias propias: el aragonés y el catalán. Y la otra función es preservar los derechos de los hablantes de esas dos lenguas, que históricamente en nuestra Comunidad no han sido protegidos.
¿Cree que hay gente que todavía desconoce la existencia de la Academia?
Esa es la sensación que tenemos. Precisamente el aprovechar el Día de la Lengua Materna nos ha llevado a hacer ese escrito que hemos publicado en los medios de comunicación de nuestra Comunidad a fin de hacernos un poquito más visibles. Durante la creación de la Academia hubo cierto revuelo, después se constituyó el pleno y se aprobó la Junta de Gobierno. No hubo eco en la sociedad aragonesa de ese hecho y hemos tenido la sensación de que realmente es una entidad que no se conoce. También es cierto que estamos dando los primeros pasos: Nos estamos constituyendo como institución, estamos resolviendo todos los asuntos administrativos… Todavía no hemos podido llevar a cabo ningún tipo de acción que nos haga realmente visibles, pero sí nos gustaría que la sociedad aragonesa tuviera conciencia de que existe esta entidad y que va a tener una función: proteger, promocionar y velar por nuestras lenguas minoritarias.
¿Considera que hoy en día las lenguas están politizadas?
Ese es uno de los problemas eternos. Sucede en todos aquellos lugares en los que existe una lengua distinta a la oficial del Estado. En Aragón la politización ha venido sobre todo por parte de la denominación de ‘catalán’. El aragonés tiene una denominación que coincide con el gentilicio de nuestra región y no crea ningún tipo de problema, sino que más bien genera empatía. Sucede todo lo contrario con el catalán, porque se identifica con una Comunidad Autónoma distinta. Cuando se quiere identificar una lengua con otras cosas que ya no son eminentemente lingüísticas surge la fricción, los enfrentamientos…, la politización, en definitiva.
¿Y qué ocurre con la denominación de ‘catalán de Aragón’?
Es el nombre que se ha establecido en la Ley de Patrimonio Aragonés. Era aragonés y catalán, después desaparecieron de esa Ley, volvieron a aparecer con la Dirección General de Política Lingüística a partir de 2015, pero ya con esa coletilla: ‘Catalán de Aragón’. Supongo que como un intento de hacerlo más nuestro. No es necesario, pero está en la Ley y bienvenido sea si eso puede ayudar a considerar esa lengua como propia.
¿Cuál es su opinión respecto al enfrentamiento que en ocasiones se produce con quienes defienden el chapurriau?
Al final es también una cuestión política porque todos los defensores del nombre de chapurriau giran en torno a unas ideas y a unos planteamientos políticos muy concretos. Yo soy de San Esteban de Litera y yo mismo durante muchos año denominé a mi lengua materna chapurreao. Allí hablamos un catalán con unas características muy específicas pero claro, era chapurreao porque no me habían enseñado otra cosa. A mí nadie me había dicho jamás que lo que se hablaba en mi pueblo, en los pueblos vecinos, era una variedad del catalán. Cuando eso lo aprendí, ya en la universidad, fui consciente de cuál era mi verdadera realidad lingüística. Ese ha sido el verdadero problema en la franja, que no ha habido una información de este tipo hasta principios del siglo XX, momento en el que empiezan a desarrollarse los estudios de la filología románica en torno al catalán y al aragonés. No existió jamás en la franja una información en las escuelas en las que se dijera a los niños que lo que se hablaba era una variedad del catalán. Esa desinformación, esa ‘ignorancia’ -entre comillas, apostilla- por parte de los hablantes, la estamos arrastrando hasta la actualidad. Pero ya cuando se mezcla la cuestión política… Claro, no queremos que se llame catalán porque eso se identifica con algo completamente distinto y ajeno a nuestra realidad política, y más en los tiempos que corren, en los que ya se unen las cuestiones independentistas y todo lo que ha sucedido en Cataluña. Por lo tanto, ¿el chapurriau es la denominación tradicional? Claro que lo es. ¿Los hablantes la utilizan sin ningún tipo de sentimiento peyorativo? Claro que sí, pero la palabra en sí lo tiene. ¿Hay que desterrarla? Bueno, yo no pretendo desterrarla. Yo lo que quiero es que realmente los hablantes tengan conciencia de que lo que hablan está dentro de un conjunto lingüístico del catalán. Veremos a ver si con el tiempo podemos conseguir que esa denominación se vaya sustituyendo, pero lo que sí que hay que hacer es desligar la denominación de ‘catalán’ de todas esas cuestiones políticas que insistentemente asocian todos los grupos que defienden el chapurriau.
¿Cree que este enfrentamiento hace un flaco favor a la preservación de las lenguas?
Hace un flaco favor en el que momento en el que cualquier acción de política o de planificación lingüística que se quiere llevar a cabo y que se hace tomando como base el catalán, provoca rechazo. No hablo por la Academia, ya digo que aún no hemos podido empezar a trabajar seriamente, pero sí que sé que desde la Dirección General de Política Lingüística no ha sido fácil llevar a cabo determinadas cuestiones en la zona de la franja, y ya no digamos por parte de los profesores de catalán. Sabemos que el número de personas, alumnos y niños que están estudiando catalán representan un porcentaje alto. Además los profesores, me consta, que hacen un gran esfuerzo por que esas variedades y peculiaridades que tienen las distintas zonas se vean reflejadas.
Teniendo en cuenta estas sensibilidades, ¿cómo considera que se puede ordenar la política lingüística de una forma inclusiva?
En el caso del catalán hay un referente normativo, un estándar, que es el que promociona el Institut d’Estudis Catalans. Desde los años 90 está haciendo un esfuerzo enorme por incluir características tanto de tipo morfológico como de tipo léxico que son propias del catalán occidental y del catalán noroccidental. Por tanto, cada vez el hablante de catalán de Aragón se puede ver mejor reflejado.
Hablamos de divulgar también estas lenguas y en el caso del aragonés destacarían figuras como la de Jorge Pueyo, que realiza esta labor de promoción a través de las redes sociales y nuevos formatos. ¿Cuál es su valoración?
Pues muy positiva, no puede ser otra manera. En el caso del aragonés una figura como la de Jorge Pueyo está siendo fundamental para conectar con la gente joven. Hay muchas personas –y lo constato también en primera persona en la Universidad- que han descubierto a través de Jorge Pueyo que el aragonés es una lengua y no son únicamente unas modalidades lingüísticas del Pirineo. Ojalá también la tuviéramos en el caso del catalán. En el caso del aragonés, esta discusión que se está haciendo a través de las redes sociales está siendo fundamental y está haciendo muy buen papel. Iniciativas de este tipo tienen que existir y la Academia las tiene que valorar y, en cierto modo, tiene que aprovecharse de ellas para promocionar el aragonés, que es una lengua más necesitada porque todavía no tiene una normativa. Existen varias propuestas, y ahí la Academia va a tener un papel fundamental a la hora de determinar cuál es el estándar. No va a ser un trabajo fácil pero lo tendremos que hacer.
El periódico La COMARCA es el único que publica columnas en catalán y en aragonés. Los medios tienen mucho que hacer en la divulgación lingüística. ¿Cuál sería el futuro deseable para nuestras lenguas?
Es verdad. Vuestro periódico – junto al Diario de Teruel que alguna vez publica algo en catalán- está haciendo presentes estas lenguas como propias el ámbito de la Comunidad aragonesa. Ojalá en el Heraldo de Aragón, en El Periódico y en El Diario del Alto Aragón también estuvieran presentes… El aragonés sí aparece alguna vez en estos medios, pero no el catalán. Sería bueno que los medios se hicieran cada vez más eco de estas lenguas. Respecto a los próximos proyectos de la Academia está la determinación del estándar de la lengua aragonesa; y el ir incluyendo elementos al marco común del catalán. No te puedo hablar de proyectos más concretos porque estamos todavía en una fase prácticamente de constitución. La pasada semana aprobamos el Reglamento Interno; en quince días se van a constituir los dos Institutos que forman parte de la Academia y que serán los que propongan acciones concretas. Todavía estamos en esa fase de organización interna pero los ámbitos de trabajo son muchos y son variados.