Source: “Los curas aragoneses nos rebelamos porque querían separarnos por la lengua”
Los párrocos José Huerva y Aurelio Ricou recuerdan, 25 años después, la desafección que existía hacia el obispado de Lérida.
“Si las parroquias se hubieran quedado en Lérida, esto formaría parte hoy de Cataluña. Nos jugábamos los límites de Aragón, y por eso también fuimos a visitar a todos los líderes políticos (Santiago Lanzuela, Marcelino Iglesias…) advirtiéndoles de la jugada que se preparaba”. José Huerva, hoy párroco de Alcolea de Cinca y ecónomo de la diócesis de Barbastro-Monzón, lideró la revuelta de los curas a favor de la segregación de Lérida junto a José María Lemiñana, ya fallecido, párroco de Roda de Isábena, cuna del antiguo obispado. Huerva revela, al cumplirse hoy 25 años del decreto de trasferencias de las parroquias del 15 de junio de 1995, las maniobras para traspasar únicamente el territorio castellanoparlante, y habla de las tensas reuniones con la curia vaticana.
Los sacerdotes intentaron primero que se les concediera un vicariato para disfrutar de cierta autonomía. “Si lo hubieran hecho, nunca hubiéramos pasado de diócesis, pero el obispo no tuvo visión, se cerró”, cuenta Huerva, al que nombraron arcipreste del Cinca Medio en 1989.
La coordinación pastoral era con Aragón, pero las cuestiones económicas y jurídicas, las clases de Religión o el patrimonio se definían en Cataluña. “Nuestra zona estaba muy abandonada y no podíamos consentir que eso nos desanimase en el trabajo pastoral. Empezamos a organizarnos porque la desafección con la diócesis de Lérida era muy grande”. Detrás de este movimiento había 30 sacerdotes, casi todos los de las parroquias aragonesas. Huerva recuerda que lo eligieron a él como portavoz porque Lemiñana estaba muy significado en contra del obispo de Lérida. “El primer encuentro con el nuncio fue muy desagradable”, asegura.
Dos episodios contribuyeron a radicalizar las posiciones. La Conferencia Episcopal aprobó en 1981 la propuesta de los obispos aragoneses de reestructurar la diócesis de Lérida, por 50 votos a favor, 13 en contra (los obispos catalanes) y 4 abstenciones, y cuando el camino parecía allanado el Vaticano dictó una dilata y aplazó la solución.
“Los obispos no se mojaban”
La rebelión se acabó de fraguar al conocer que Lérida quería transferir a Aragón únicamente las parroquias de habla castellana. De hecho, aunque el decreto del 1995 las incluyó todas, el pase de las del Bajo Cinca y La Litera se dilató hasta 1998. “Teníamos noticias de que solo iba a pasar la parte de habla castellana, que es la que estorbaba a Lérida. Estaba todo ya tramado, pero había un elemento muy importante, se cortaban los arciprestazgos, lo que implicaba una división política no eclesiástica. Decidimos no obedecer a consignas políticas, vinieran de donde vinieran. Nos rebelamos y fuimos a hablar con el nuncio una y otra vez. Le dijimos que era una barbaridad. Llevamos documentación, un mapa de los catalanes, y conseguimos pararlo”, explica Huerva, quien viajó dos dos veces a Roma, “a explicar que no era una desobediencia a nuestro obispo sino una desafección”. “No queríamos que nos dividieran, no queríamos la solución salomónica de la mitad para uno y la mitad para otro”, añade, rememorando los años duros (1990-1995), muy dolorosos, “incluso con anónimos y amenazas”.
El proceso se retardó, argumenta, porque los obispos de Aragón “tampoco se mojaban y no nos daban crédito”, hasta que se destapó la división lingüística. “Al final se hizo en dos fases pero pasaron todas las parroquias”, concluye Huerva.
De las 43 parroquias con bienes retenidos en Lérida, Roda de Isábena es la que reclama más obras, 26. Al frente está el ribagorzano Aurelio Ricou, sucesor de Lemiñana, quien recuerda haber vivido aquellos años “con mucha expectación”. La diócesis de Barbastro estaba “estrangulada” y era “absurdo” que buena parte del Aragón oriental siguiera perteneciendo a Lérida, un contrasentido en la España de las autonomías. “Incluso a nivel económico, las colectas se recogían en Aragón y ese dinero se iba a Lérida”. Ricou siente que no retornaba en el mantenimiento de casas parroquiales o iglesias o en atender las necesidades sociales a través de Cáritas.
“Fueron esencialmente los curas los que hicieron explotar todo”, afirma el párroco, lamentando que el traspaso no sea efectivo del todo mientras las 111 obras de arte sigan en Cataluña. “Ambrosio Echebarría se fió, pero no cumplieron. Huesca había contribuido mucho a la diócesis, con los bienes y también con sus colectas”. De su iglesia salieron además valiosos documentos, entre ellos 44 códices. “Lo del archivo incluso es de más valor, imagino que cuando se solucione el otro asunto, habrá que volver a la carga”. Aurelio Ricou agradece a José María Lemiñana que en ese tránsito salvaguardara lo que quedaba en Roda.