Tercera obra del autor dedicado a los moros y moriscos altoaragoneses, tras “La aljama de moros de Huesca” (1992) y de “Los moriscos de la ciudad de Huesca: una convivencia rota”
El término aljama (del ^yama’a, “conjunto de personas”) en castellano ha sido tradicionalmente usado para referirse al conjunto de judíos o moros de una localidad.
La aljama de Barbastro, aunque poco numerosa, ha generado documentación lo suficientemente sólida para poder estudiarla desde el siglo XIV hasta el momento de su forzado bautismo en la década de 1520. Ya desde finales del siglo XIII aparece vinculada a la casa de Entenza, como el castillo y otros bienes en la ciudao. La relación entre el señor y los moros no siempre fue buena y en ocasiones llegan a autoploclamarse vasallos del rey, al que acuden en busca de protección ante los abusos del señor, de la iglesia y del Concejo.
La comunidad, de la que conocemos sus creencias, leyes, tradiciones, actividades económicas y sus relaciones sociales, forma un pequeño grupo muy cohesionado y vinculado a la población musulmana de la zona de influencia de la ciudad, al tiempo que convive en aparente armonía con sus conciudadanos cristianos, hasta el extremo de compartir calles y barrios.
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